HISTORIAS EN EL PISO TRECE
Presenta
LOS
MISTERIOS DEL SEÑOR BURDICK
De
Chris Van Allsburg
EXTRAVÍO EN VENECIA
Aún con sus
potentes motores en reversa, el trasatlántico fue arrastrado más y más en el
canal.
Escrito por Laura de la Rosa
Mientras
ella descansaba en su pupitre, la cucaracha se adueñaba de la clase.
Cuando comenzó el final de esta historia, en el momento
que se decidió ponerle fin a esto, Lucia llevaba tres años en el
internado de Venecia, una institución religiosa de nivel medio que sus padres
buscaron cuando los problemas de la niña no podían ser escondidos por más
tiempo. Si bien no era lo que había soñado para su adolescencia, era lo
más parecido a la libertad que podía pedir. Allí nadie estaba pendiente de
ella, como últimamente en su casa. En ese lugar era una alumna más a la
que nadie tenía en cuenta. Cuando sus padres sugirieron la idea de
llevarla no se opuso porque pensó que en ese sitio podría llegar a entender la
revolución que tenía en su cabeza, la que comenzó esa tarde cuando descubrió
que podía controlar a las cucarachas.
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Caminaba rápido y sigilosa por el alfeizar de la ventana cuando la
hermana Raquel se le acercó.
—Ustedes saben niñas que las
cucarachas —comenzó a decir con su voz chillona— pueden sobrevivir la disección
quirúrgica estéril de la cabeza durante un largo período, especialmente si se
han alimentado en el último tiempo, pero naturalmente son incapaces de
alimentarse y mueren al cabo de unas pocas semanas por inanición.
A Lucia le molestaba la
cantidad de adverbios que su profesora usaba para explicar. La ponía nerviosa
que repitiera tanto las palabras cada vez que hablaba de algún tema. Sin
embargo, el día de hoy le interesaba lo que estaba contando.
—Las cucarachas son
prácticamente ciegas y utilizan sus antenas para detectar vibraciones, cambios
de temperatura y humedad.
Lucia la miraba caminar, se
sonreía, y miraba las caras de asco de las compañeras mientras la docente
contaba entusiasmada lo que sabía.
—Las cucarachas han cambiado
muy poco desde que aparecieron en el carbonífero, hace unos 300 millones de años.
Se encontraba con los ojos
fijos en ella, desplazándose de aquí para allá.
—Las cucarachas mueren boca
arriba porque contraen sus patas, de forma que se desequilibran y finalmente
vuelcan.
Los ojos de derecha a
izquierda, perdida en sus patitas negras.
—Las cucarachas tienen como
mecanismo de defensa la capacidad de simular la muerte para escapar de algún
peligro que las aceche.
Estas últimas palabras de la
profesora se acompañaron de un golpe seco sobre la ventana. No sé si quiso
hacerlo o fue pura casualidad, pero la cucaracha terminó aplastada por su mano
regordeta.
—Noooo…
Lucia no podía creerlo; si
hubiera intuido que la hermana iba a hacer algo parecido le hubiera pedido que
se vaya.
Su “noooo” se perdió entre las
muestras de asco de las chicas y de su profesora, que corrió a la mesa para
limpiarse con un tisue y tirar los restos del bicho al cesto. Cuando la campana
sonó salió rumbo a su celda, angustiada por no haber podido hacer nada.
Ya sentada en su cama, tomó
del cajón su cuaderno de notas y empezó a garabatear mientras su mente se
perdía por ahí.
Todo está mal aquí, pensó.
¿Por qué matarla?, si no estaba haciendo nada malo. Caminaba por la ventana,
estaba perdida, extraviada, algo atontada por los venenos que ponen en este
lugar. No estaba ensuciando, no había comida. Solo caminaba.
Lucia
venía evidenciando estos fenómenos de forma sistemática. Era
frecuente verla sentada bajo un árbol o en alguna plaza dibujando imágenes
extrañas, o tratando de explicar algo que ella misma no entendía. Sus
pensamientos volaban a situaciones lejanas o se fijaban en un pensamiento que
repetía mil veces sin poder llegar a ningún lado. Dos ideas la tenían más
preocupada: por un lado, el no poder entender el por qué de su don; y el
segundo, la obsesión que tenía por la decadencia de Venecia. Sabía internamente
que los dos temas se unían en alguna parte pero aun no encontraba el nexo
conector entre ellos.
Antes de contarles como sigue
esto, me gustaría poder describirles lo que Lucia pensaba de Venecia.
Todo en esta niña tiene un
toque de obsesión. Si dibuja, es la más detallista; si limpia, no deja ningún
recodo sin brillar; si estudia, es la mejor alumna. Así fue como al poco de
comenzar en esa institución tuvo que enfrentarse al estudio y la investigación
de un proceso que históricamente se llamó la decadencia de Venecia. Comenzó
leyendo, recorriendo la ciudad, hablando con profesores, buscando datos,
hechos. Y tras ese recorrido de imágenes e historia comenzó a sentir una
angustia particular. No dormía, no comía, pensaba todo el tiempo en eso. Por
las tardes, cuando lograba escaparse de su celda y pasar los perímetros del
internado, se acercaba a algún muelle cercano a ver pasar las góndolas,
recorría con la mirada los puentecitos, y vivenciaba la caída de este imperio.
Una ciudad que fue el centro del comercio mundial y con el puerto más
importante del mundo en el siglo XV, que tenía los mejores palacios decorados
por artistas como Veronese y Giorgiane, hoy se encuentra en la decadencia pura.
Es una ciudad deslucida que perdió el esplendor de antaño. Es la que debe
soportar las inundaciones diarias que en gran parte del año ven desaparecer la
Plaza de San Marcos. Lucia admiraba a su ciudad. Saber que su lugar
había sido lo que fue y verla hoy destruida por el paso del tiempo, lúgubre.
Era consciente que Venecia se caía, día a día y sin embargo nadie
hacía nada para recuperarla. Cuando presentó la investigación para su clase, su
maestra dijo algo que no pudo olvidar:
—Lo bizantino, lo gótico, lo
renacentista que tiene esta ciudad se alza sobre podridos pilotes. Para que
Venecia vuelva a ser lo que fue abría que construirla de nuevo.
Dicen que la memoria es
selectiva, de esa frase Lucia solo registró el final, habría que construirla de
nuevo y para eso primero debería destruirse.
“Llegó el momento de hacer”, escribió Lucia
entre sus notas, esperando que las letras cobren vida.