Slavo- dijo la jefa de la tribu- las condiciones están dadas, deberás venir esta noche, a la hora que hemos acordado, los dioses nos guiaran y sabremos si Ivanka vendrá a tu encuentro.
Slavo tomó los leños del árbol sagrado, el mechón de pelo de Ivanka, los polvos mágicos que se esparcen de generación a generación y se sentó frente al fuego. El humo blanco giraba en remolinos. El comenzó de repente con la oración de iniciación.
Dychwelyd i’r fy frenhines a fy tywysoges angerdd a ddifethwyd,eich bod wedi fy carregcaboledig y chysuron fy arhosiad.Dewch yn ôl i mi, yn fy mawl, sy’n dod â chi yn nes at eichcyrchfan
(Vuelve a mi reina y princesa de mi pasión consentida, has de mi piedra pulida, que reconforta mi estancia. Vuelve a mi, es mi alabanza, la que te acerca a destino.)
Y antes del amanecer quedó profundamente dormido. Al sentir los rayos más fuertes del sol abrió los ojos con temor. La jefa lo esperaba de pie rodeada de los sacerdotes más antiguos.
-Ivanka no regresará Slavo. Su vida se ha perdido en una tragedia. Pero su alma vaga en pena esperándote. Miles de años los reencontrarán, el día en que la luz del alba se cruce con la negra noche. Ese día tu y ella volverán a estar juntos.
Slavo no esbozó palabra ni lágrima ni sonrisa.
La jefa tomo una rama del suelo y trazó en la tierra el árbol genealógico ancestral.
-No temás, que el destino está en manos de los espíritus. Recuerda el día que el alba se cruce con la noche. Juntos terminaran.
Slavo recorrió caminos esperando que el alba y la noche se junten, recorrió senderos perdidos durante su vida. Y murió solo a la espera del alma de Ivanka.
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-¿Te olvidaste de nuestra aniversario, ¿no?
-No.
-Negro, no me mientas más carajo, se que te olvidaste. Cuando ayer te fuiste creí por un momento que quizás había pasado por tu cabeza una sorpresa. Pero veo que no.
- Rita, estoy pasado de trabajo.
-Pasada de trabajo estoy yo. Y sin embargo recordé que hoy cumplimos nuestro primer año de casados. Y preparé una cena especial. Pero vos ni llegaste a horario.
- Rita, terminala, ¿si?
Como iba a recordar su primer aniversario si desde hacía 14 días no hacía más que pensar en Alba. Fue verla tras la ventana del taller, sentada en la maquina, surfilando los ruedos de un vestido de brocato, para darse cuenta que no era una empleada más. Un sentimiento que aun no reconocía cruzó como lanza sus entrañas y de ahí su obsesión. Por verla, por hablarle, por saber de memoria cada paso de ella en el taller, en la calle, en su casa y en su vida.
La besó a los pocos días de haberla conocido, le dijo que no sabía como pero se había enamorado. Ella dijo sentir lo mismo que él y tampoco podía describir la sensación.
Esa tarde en que Rita preparaba minuciosa los festejos de su aniversario, Alba y el Negro se fundieron por primera vez en la cama.
-Creo que somos almas gemelas- dijo ella.
Y por fin la profecía se cumplió.
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