martes, 6 de diciembre de 2011

Historias en el piso trece: Extravío en Venecia



HISTORIAS EN EL PISO TRECE
Presenta
LOS MISTERIOS DEL SEÑOR BURDICK
De Chris Van Allsburg

EXTRAVÍO EN VENECIA
Aún con sus potentes motores en reversa, el trasatlántico fue arrastrado más y más en el canal.

Escrito por Laura de la Rosa 




1

Mientras ella descansaba en su pupitre, la cucaracha se adueñaba de la clase.

 
Cuando comenzó el final de esta historia, en el momento que se decidió ponerle fin a esto, Lucia llevaba tres años en el internado de Venecia, una institución religiosa de nivel medio que sus padres buscaron cuando los problemas de la niña no podían ser escondidos por más tiempo. Si bien no era lo que había soñado para su adolescencia, era lo más parecido a la libertad que podía pedir. Allí nadie estaba pendiente de ella, como últimamente en su casa. En ese lugar era una alumna más a la que nadie tenía en cuenta. Cuando sus padres sugirieron la idea de llevarla no se opuso porque pensó que en ese sitio podría llegar a entender la revolución que tenía en su cabeza, la que comenzó esa tarde cuando descubrió que podía controlar a las cucarachas.

~~~~~~~~~~

Caminaba rápido y sigilosa por el alfeizar de la ventana cuando la hermana Raquel se le acercó. 
—Ustedes saben niñas que las cucarachas —comenzó a decir con su voz chillona— pueden sobrevivir la disección quirúrgica estéril de la cabeza durante un largo período, especialmente si se han alimentado en el último tiempo, pero naturalmente son incapaces de alimentarse y mueren al cabo de unas pocas semanas por inanición.
A Lucia le molestaba la cantidad de adverbios que su profesora usaba para explicar. La ponía nerviosa que repitiera tanto las palabras cada vez que hablaba de algún tema. Sin embargo, el día de hoy le interesaba lo que estaba contando. 
—Las cucarachas son prácticamente ciegas y utilizan sus antenas para detectar vibraciones, cambios de temperatura y humedad.
Lucia la miraba caminar, se sonreía, y miraba las caras de asco de las compañeras mientras la docente contaba entusiasmada lo que sabía. 
—Las cucarachas han cambiado muy poco desde que aparecieron en el carbonífero, hace unos 300 millones de años.
Se encontraba con los ojos fijos en ella, desplazándose de aquí para allá.
—Las cucarachas mueren boca arriba porque contraen sus patas, de forma que se desequilibran y finalmente vuelcan.
Los ojos de derecha a izquierda, perdida en sus patitas negras.
—Las cucarachas tienen como mecanismo de defensa la capacidad de simular la muerte para escapar de algún peligro que las aceche.
Estas últimas palabras de la profesora se acompañaron de un golpe seco sobre la ventana. No sé si quiso hacerlo o fue pura casualidad, pero la cucaracha terminó aplastada por su mano regordeta.
—Noooo…
Lucia no podía creerlo; si hubiera intuido que la hermana iba a hacer algo parecido le hubiera pedido que se vaya. 
Su “noooo” se perdió entre las muestras de asco de las chicas y de su profesora, que corrió a la mesa para limpiarse con un tisue y tirar los restos del bicho al cesto. Cuando la campana sonó salió rumbo a su celda, angustiada por no haber podido hacer nada.
Ya sentada en su cama, tomó del cajón su cuaderno de notas y empezó a garabatear mientras su mente se perdía por ahí.
Todo está mal aquí, pensó. ¿Por qué matarla?, si no estaba haciendo nada malo. Caminaba por la ventana, estaba perdida, extraviada, algo atontada por los venenos que ponen en este lugar. No estaba ensuciando, no había comida. Solo caminaba. 
Lucia venía evidenciando estos fenómenos de forma sistemática. Era frecuente verla sentada bajo un árbol o en alguna plaza dibujando imágenes extrañas, o tratando de explicar algo que ella misma no entendía. Sus pensamientos volaban a situaciones lejanas o se fijaban en un pensamiento que repetía mil veces sin poder llegar a ningún lado. Dos ideas la tenían más preocupada: por un lado, el no poder entender el por qué de su don; y el segundo, la obsesión que tenía por la decadencia de Venecia. Sabía internamente que los dos temas se unían en alguna parte pero aun no encontraba el nexo conector entre ellos.
Antes de contarles como sigue esto, me gustaría poder describirles lo que Lucia pensaba de Venecia.
Todo en esta niña tiene un toque de obsesión. Si dibuja, es la más detallista; si limpia, no deja ningún recodo sin brillar; si estudia, es la mejor alumna. Así fue como al poco de comenzar en esa institución tuvo que enfrentarse al estudio y la investigación de un proceso que históricamente se llamó la decadencia de Venecia. Comenzó leyendo, recorriendo la ciudad, hablando con profesores, buscando datos, hechos. Y tras ese recorrido de imágenes e historia comenzó a sentir una angustia particular. No dormía, no comía, pensaba todo el tiempo en eso. Por las tardes, cuando lograba escaparse de su celda y pasar los perímetros del internado, se acercaba a algún muelle cercano a ver pasar las góndolas, recorría con la mirada los puentecitos, y vivenciaba la caída de este imperio. Una ciudad que fue el centro del comercio mundial y con el puerto más importante del mundo en el siglo XV, que tenía los mejores palacios decorados por artistas como Veronese y Giorgiane, hoy se encuentra en la decadencia pura. Es una ciudad deslucida que perdió el esplendor de antaño. Es la que debe soportar las inundaciones diarias que en gran parte del año ven desaparecer la Plaza de San Marcos. Lucia admiraba a su ciudad. Saber que su lugar había sido lo que fue y verla hoy destruida por el paso del tiempo, lúgubre. Era consciente que Venecia se caía, día a día y sin embargo nadie hacía nada para recuperarla. Cuando presentó la investigación para su clase, su maestra dijo algo que no pudo olvidar:
—Lo bizantino, lo gótico, lo renacentista que tiene esta ciudad se alza sobre podridos pilotes. Para que Venecia vuelva a ser lo que fue abría que construirla de nuevo.
Dicen que la memoria es selectiva, de esa frase Lucia solo registró el final, habría que construirla de nuevo y para eso primero debería destruirse. 
 “Llegó el momento de hacer”, escribió Lucia entre sus notas, esperando que las letras cobren vida.


domingo, 4 de diciembre de 2011

El fantasma de mi espalda


Hace días que mi hijo me pregunta si veo al fantasma de su espalda.

Primero fue en la calle, no se en torno a que conversación me habló de él. Me preguntó si le tenía miedo. Le respondí que no sabía quién era y le pregunté si él lo conocía y dijo no sé. Si le tenía miedo, si le hablaba y como era, y también dijo no se, solo repitió que era el fantasma de su espalda.

Luego fue en mi casa. Estaba durmiendo una noche él tenía un poco de fiebre y alrededor de las tres de la mañana lo veo aparecer descalzo por la puerta de la habitación. Lo alcé y lo acosté a mi lado. Me levanté más temprano. Y mientras preparaba el mate en la cocina, escuché sus pasitos:

Te levantaste antes, mami –me dijo- ¿te despertó el fantasma de mi espalda?.

Otra vez el fantasma. Volví a indagar, ¿Cómo es, te acompaña, te habla?

El respondió naturalmente:

- Es el fantasma de mi espalda, está conmigo, pero no se como es, no lo veo y no me asusta.

Sin embargo lo acompaña y ahora hace las travesuras que supongo hace él. Si rompe algo, lo hace el fantasma de su espalda, sino quiere comer es que le guarda al fantasma de su espalda.

Comencé a informarme quizás mi hijo era un niño índigo o un niño cristal, pero ninguno de los indicadores que me mostraban describían las conductas de mi hijo. El tenía el fantasma de su espalda que lo acompañaba en cada uno de sus quehaceres diarios.

Hoy me sentí enferma, él se fue al colegio y dejó al fantasma para que me cuide, y no se si es por sugestión pero no me siento sola. A cada rato miro a los costados, con el rabillo del ojo esperando ver alguna presencia, pero no veo nada. Algo hay, eso lo se.

Por eso empiezo a creer que el fantasma de su espalda realmente lo acompaña y le da fuerzas cada día. Quizás el fantasma ocupa un lugar que él siente vacío.

Algunos dicen que son amigos invisibles, otros que es su angel de la guarda o alguien que esta aquí y lo cuida en cada uno de sus pasos. No se si existe o no... pero yo también siento su compañía.

Stalker


Me parece que me enamoré de él mucho después de no verlo más. Porque es de esas personas que te dejan heridas en las retinas. Ni fueron tantas las noches que estuvimos juntos ni fueron tantos los días que pasamos. Pero fueron las que más recuerdo. Un día revise su facebook. Y una foto me llevo a la otra y a la otra y encontré en el álbum de algún pariente lejano una foto de él que era realmente espantosa. Tenía puesta una camisa al estilo Johny Tolengo que parecía que se la había regalado el enemigo Y dije: es hermoso
Tuve conciencia de que no lo era. Pero no podía dejar de verlo así, absolutamente perfecto y hermoso.
Empecé a copiar las fotos, una y otra. Las guardé en carpetas que nombré de la siguiente manera: con sus amigos, con los chicos del trabajo, en el club, familia, fotos de él, etc. 
Un tiempo después  comencé a imprimirlas y ya las tuve en papel. Las miraba a diario mientras desayunaba y las ojeaba antes de irme a dormir.
Cuando me di cuenta que ya las tenía a todas comencé a seguirlo. Sabía el horario de entrada a su trabajo y de salida. Así que una que otra vez al mes, me sentaba en un plaza cerquita de la oficina y lo veía entrar y salir retratando el momento con mi cámara.
Pero ir una vez al mes no me alcanzaba, así que empecé hacerlo casi todos los días. Y luego a seguirlo. Paso tras paso, retratando su vida, enamorada de él.
Un día se dio cuenta y dijo cosas espantosas, me acusó de psicópata, de obsesiva, de loca.
Hoy tengo una restricción judicial, no puedo acercarme a menos de 300 metros de él.
Me bloqueó de su facebook.
Me eliminó de todas las redes.
Como si yo fuera una mujer peligrosa.
Pero se equivocó, yo solamente soy una mujer enamorada.

Sucio


Voy a empezar por el principio de las cosas, lo dejé morir.
Me producía ya un asco que me enfermaba.
No entiendo como alguna vez puede haber estado enamorada de una persona tan desagradable. Era Sucio. Cuando digo sucio no me refiero a que no se bañara. Su actitud era sucia. Mal perdedor, egoísta, maquiavélico. Tenía tantos defectos como los que pudieran existir y me gustaba porque era hermoso.
Me excitaba su mirada obscena. La bestialidad de su sexo. El poco tacto para hablarme. Jamás una flor, jamás una palabra de aliento o de ayuda.
Hasta que llegó la convivencia, y las delicias que me producía el hombre recio animal se convirtieron en la pesadilla de mi cotidianeidad. Ya no lo soportaba. Él se daba cuenta, pero como era lógico, no le importaba.
No tuvimos hijos gracias a Dios, porque toleraría una vida desdichada para mi, pero no para una criatura.
Hasta esa noche bendita o fatal en que él miraba a Tinelli por televisión .Estábamos cenando y lo vi reír por las obscenidades de no se que gato del momento. Lo vi reír a carcajadas. Vi la carne de las empanadas en su boca, su lengua sucia de relleno, distinguí las cebollas. Vi su saliva. Y su tos fuerte que se mesclaba con la carcajada. Sentí que se ahogaba, que le costaba respirar. Se tomaba la garganta con las manos y me miraba buscando ayuda. Mientras caía al piso sin poder ya respirar me acerque a él. Lo miré a los ojos …
-Comé con la boca cerrada, cuantas veces te lo dije, sucio…
Me acerqué al teléfono y llamé al 911… yo sabía que ya era demasiado tarde…
-Hola… mi marido ha tenido un accidente…

Ya me va a cruzar un día


...
Armando se fue para poder a terminar con su historia. Un camino de ida que sabía que ya no tenía retorno. Armando nunca volvió a su casa, nunca más se supo de él. Dejó su trabajo en la municipalidad, no reclamó su último sueldo y a los muchachos de fútbol sin un siete bastante bueno.
Su esposa sabía que él no iba a volver. Antes de irse le recordó una frase que solía repetir y a ella le molestaba:yo nunca me arrepiento de lo que hago.
Entonces infirió que el viaje no era para reconocer los errores cometidos, el viaje era para no reconocerlos más.
Ella lo espero el tiempo conveniente, luego junto su ropa, sus pocos libros y algunas pertenencias y las dejó en casa de un primo lejano con la precisa indicación de que si volvía que nunca más la buscara.
Con estos trámites molestos hechos comenzó a pensar en que hacer para seguir adelante con su nueva vida. Se miró al espejo al que tanto tenía abandonado. Se vio vieja. Lo primero que tenía que atender era el look. No volvió a la peluquería de siempre, cruzó la ciudad y buscó una de estas modernas que te cobran hasta el café que crees que te invitan. Salió castaña y con un corte que le sacaba unos ocho años de encima.
Cambió también su guardarropa. Se puso más pendeja. Se dio cuenta de lo mucho que le gustaba comprarse ropa.
Comenzaron a mirarla aquellos hombres que en el pasado no se fijaban en ella. Comenzó a salir. Encontró un nuevo novio. Viajó. Formó una familia.
Una tarde después de mucho tiempo caminando por la peatonal de alguna ciudad de la costa se cruzó con Armando. El era el mismo señor mayor que se había ido años atrás. Venía de la mano de una señora y llevaban una niña. Ella se vio mucho mejor y feliz que él. Cruzaron miradas pero no dijeron palabras.
Los ojos de él dijeron a gritos que estaba arrepentido. Los ojos de ella lo mandaron a la mierda.

Don


Tengo sueños proféticos.
Y no es gracioso ni simpático. Muchas de las veces, cuando sueño temo que al otro día pase una tragedia o que me llamen para decirme que tal o cual espichó.
De manera racional investigué todo lo que tenía que investigar, me han dicho que es imposible, que son coincidencias, pero cuando las cosas empiezan a pasar, yo me cago en las patas.
No me gusta.
Desearía que desaparecieran, no soñar más. Sin embargo una que otra noche se aparece ante mi, como si estuviera viendo una película en el cine. Veo la escena completa, con los actores de la historia desempeñando claramente su rol.
No, no es un deja vu. Es una premonición.
Recuerdo patente uno de los últimos, tres mujeres lloraban al muerto, yo las miraba y les decía que porqué lo velaban antes de tiempo, ellas respondían que estaba muy mal, que ya pronto moriría.
Y así fue, al medio día del día siguiente el teléfono sonó y antes de atender supe lo que iban a decirme.
No suelo contarlo, porque si lo cuento voy a tener que contarles también que cuando sueño se aparecen ante mí a decirme si están bien o mal.
Él está bien, tranquilo, en paz, por ejemplo, pero ella, la esposa de mi jefe, ella no está contenta. Claro es muy distinto ella se fue antes de los 50, el casi a los 80.
Pero que voy a hacer, tocarle la puerta de la casa y decirle: jefe, mire su mujer está preocupada, no puede irse porque ve que usted y su hijo no están haciendo nada bien las cosas. Me va a pedir psiquiatría, de eso estoy segura. Pero también que puede hacer un tipo que de buenas a primeras se queda viudo.
En casa convivo con los espíritus, no los veo, pero siento que están. Hubiera creido que solo me pasaba a mi si no fuera porque mi hijo más chico también ha manifestado la presencia. No me gustan los fantasmas que vienen a la noche me dijo el día en que yo tampoco la pase muy bien al dormir.
Curo.
No sé cómo, pero si se que alguien está mal, me concentro, entro en un trance que no puedo explicar y pasado un rato siento que voy curando. Cosas simples, pero estoy segura que podría curar enfermedades más complejas.
Puedo leer las cartas, si miro la televisión y están tirando el tarot  y esas cosas, puedo interpretar los arcanos antes que la tarotista lo diga, tengo una total exactitud sobre la lectura que están realizando.
Se que de intentarlo podría hacer cosas  grandes en estas artes pero no quiero. Lo mío son las ciencias exactas, mi formación es en la matemática y la física. Medible y comprobable.
A veces tengo la sensación de que soy dos en una, una despierta y otra dormida. Una consciente y otra en trance. Tratando de descifrar esos enigmas que circulan en mi. Algunos dicen que es un don, yo no estoy tan segura.
Y lo peor de todo es que como no se lo que viene,  no duermo más tranquila y siempre estoy a la espera de lo peor.

Esa Chica


Esta chica, un día estaba empapada, le caía agua del techo y sin embargo, me miró y me dijo te amo, nunca sentí nada igual. Como iba a dejar escapar a alguien así, alguien tan especial, capaz de estar en la peor crisis, mirarte a los ojos y dar tanto amor.
No eran estas las palabras que Juan iba a decir en la boda de su hijo. Las que había planeado eran totalmente distintas, en ellas les deseaba lo mejor, que sean muy felices y que pronto formen una familia. Se había castigado desde el día que conoció  a Clara, desde el día en que se dio cuenta que estaba enamorado de ella, desde el día que supo que ella también se enamoró de él,  algo que le resultaba imposible de creer.
-Juan se me cayó el techó.
-Mi hijo no está.
-Estoy desesperada, me entra agua por todos lados.
-Dame unos minutos que voy yo.
Era un hombre grande, pero aun era un hombre joven y llevarle 20 años no le parecía una locura. La locura era que esa mujer era Clara y que él hasta ese día era un tipo feliz.  Llevaba exactamente 25 años de casado. Y Clara era una buena chica para su hijo.
Los invitados comenzaron a bajar las copas de lo que debió haber sido el brindis del padre del novio, la música dejo de sonar y un murmullo invadió el salón. Dos lágrimas gruesas salieron de los ojos de Juan cuando bajó la suya. En segundos que no pudo contar se levantó de la mesa en la que su esposa miraba desconcertada, y se acercó a la mesa de la novia, Clara le extendió su mano y un vendaval de brazos sostuvo al novio que quería caerle a golpes a quien le robaba a su mujer.
Clara no habló, como rescatada de un secuestro tomó la mano del hombre que realmente amaba y empezó a caminar con él. Los teléfonos grababan la escena, su madre lloraba y su padre era detenido para no matar al viejo que se llevaba a su hija.
-Se te tapó el desagüe. Ya no va entrarte más agua. Podés quedarte tranquila.
-Gracias.
-Cambiate te vas a enfermar.
Salieron del salón, era una noche rara, demasiado cálida para ser julio. Ella no llevaba dinero, ni siquiera un abrigo, él lo poco que podía tener en su billetera. Caminaron apurados por la avenida pensando adonde ir a parar esa noche. La gente los miraba cómplices, creo que por las caras intuían que esta pareja no era normal.
Caminaron un buen rato sin decir palabras, Juan se encontraba abatido y Clara recordaba las veces en que había fantaseado con ser secuestrada el día de su boda.
-¿Qué pasa? ¿Por qué me mirás así?
-Te amo.
-¿Adónde vamos a ir?
-No tengo idea, no tengo idea de nada.
Clara pequeña como era tomó el manejo de la situación.
-Tenemos que desaparecer unos días, vamos a mi casa necesitamos ropa y dinero. ¿Vos tenés tus documentos?- Juan asintió con la cabeza- Vamos a Rosario, tengo una amiga allí. Ella nos va a dar una mano.
Tomaron un remis en una agencia. La empleada le toco la cola del vestido y pidió tres deseos. Hacen una linda pareja- pensó mientras salían. En menos de una hora ella estaba cambiada, había armado un pequeño bolso y salían de allí. El se fue con lo puesto. En Rosario comprarían algo de vestir.  Tomaron el tren hasta Retiro. Y de ahí, el pasaje a una nueva vida aunque sea de algunos días.
-Estás loca Clara.
-Si, por vos. Y no me quiero casar.
-Estás loca Clara.
-Yo también se lo que sentís.
En el micro ella durmió sobre su hombro. Él le acariciaba la cabeza y trataba de pensar en lo que había ocurrido. Llegarían a Rosario de día y pararían en algún hotel la primera noche.
Las cosas son más fáciles en los lugares en los que sos desconocido. Al bajar del micro, tomaron el primer taxi y pidieron al chofer que los acerque a algún hotel no muy caro. Llegaron a una posada de piedras blancas, cerca de la plaza, se asentaron como Juan Aquino y su señora.
-Clara, hagamos como que esta conversación no existió.
-Te amo
-¿Y qué querés que haga?
-Que lo sepas Juan.
Los espero una habitación luminosa, de ventanas amplias. Juan se sentía un chico en su noche de bodas, Clara se sintió virgen otra vez.
-Chiquita, es una locura.
-Si. Lo se. Y me doy cuenta de lo que sentís.
-Si. Pero hay cosas que son imposibles y esta es una de ellas.
-Te amo, le dijo ella antes de desnudarse.
- Chiquita, es una locura.
- Si lo se, pero ya estamos en el baile Juan, así que bailemos- dijo clara y empezó a desvestir a su suegro.

Costumbre


No le gusta que lo llamen por su nombre… y sin embargo me dice Laura…  Le gusta el Cabernet Souvignon y las comidas con pimienta negra. Escucha Orishias con las mismas ganas que Die Arzte y  baila a la perfección. Es alemán.  Sonríe y la hilera de dientes me asombra… pero vive serio. Admiro su belleza y su carisma… él admira mi inteligencia y mi imaginación. Me habla con la mirada y le respondo con los gestos. Lo acaricio cuando está distraído y lo veo dormir. Me besa el cuello cuando cocino y me exprime las naranjas para el jugo. El sexo con él es bueno… sabe darte eso que hace que no quiera buscar afuera lo que me ofrece adentro de las cuatro paredes de la habitación. Somos el uno para el otro y sin embargo, no nos amamos.
Él  necesitaba la visa… si, si como en las películas. Yo necesitaba no envejecer sola. Le dije si a cambio de un hijo, que nunca que llegó, porque las vueltas de la vida no siempre hacen lo que nosotros queremos. Ya vamos para 8 años juntos. En ese entonces estábamos en Nueva York.
Hay días en que no conversamos ni una sola palabra. Él va para su trabajo. Yo para el mío. Luego llegamos,  cada uno se baña y a dormir. En cambio hay otros, que no solo salvamos el mundo sino que también  nos preocupamos de todos los mundos posibles. Amamos Stars Wars.
Somos como cualquier pareja. Ni más ni menos como cualquier pareja. Al fin y al cabo después de tantos años, en cuál de ellas perdura el amor.

Amantes 1


-Amor…  – me dijo mientras yo pasaba apurada delante de él- te pusiste al revés la remera- y me sonrió.  Devolviéndole la sonrisa, dejé sobre la mesa la taza de café que llevaba en la mano y me quité la blusa y la acomodé. Me gusta usarla, me deja al descubierto un hombro y me hace ver sexy. Me acerqué a él y lo besé despacio, como señal de agradecimiento a su atención. El siempre estaba atento a mí y mis despistes. Mientras lo besaba sentí el aroma del  champú en su pelo. Cualquier fragancia le quedaba bien. Me hizo girar, sacó una pelusa del ruedo de mi pollera y acomodó la etiqueta del cuello. Tomé nuevamente la taza y empecé a ojear el diario, aún me cuesta leer diarios online y recibo mi periódico cada mañana.
-¿A qué hora salís esta noche?- me preguntó. Lo miré por encima de mis lentes. Tenía un día duro. Dos casamientos, uno al mediodía y otro a media tarde. – Supongo que a las nueve.- no es fácil peinar a dos novias.
-Paso por la peluquería y nos vamos a cenar, inauguran esta noche un restaurant japonés que quiero que conozcas. Tiene una decoración que creo te va a fascinar.
- ¿Entonces va a ser mejor que  lleve ropa para cambiarme?- le pregunté pero lo negó con la cabeza como dándome a entender  que así estaba bien vestida.
Terminé el café, vi en Sociales que anunciaban el casamiento de la tarde y dejé la taza y el diario sobre la mesa. Empecé a controlar que las herramientas estén todas y completas. Él me alcanzó mi chaqueta bien planchada y me pidió que no la arrugue. Siempre me repetía que además de mi trabajo, la estética era muy importante.
Fue una tarde agitada, la novia de la mañana era bellísima y no costaba nada hacerla relucir. A la de la tarde los nervios le jugaban una mala pasada, lloraba y había que retocarle el maquillaje y hasta último momento no estuvo conforme con el peinado.
A las nueve pasó a buscarme por la peluquería y nos fuimos de la mano al restó japonés. No me gusta mucho su círculo de amistades. Creo que nadie tiene idea de cómo es él.  Los flashes no paraban.  Me senté con un grupo de desconocidos alejados del bullicio de la prensa. Su esposa aún no llegaba. Me molesta que me someta a estas situaciones. No necesito que me lleve para saber lo que siente por mí.
Se acercó varias veces a mi mesa y en una de las tantas me preguntó si me gustaba la decoración. No llegue a responderle porque su mujer entraba por la puerta. Aun no entiendo como puede soportar saber  que está conmigo y no dejarlo.
Estoy cansada y pienso en irme. Él no va a querer.
La música suena despacio, mientras fumo un Virginia lo veo desaparecer.
Escapemos juntos- decía el mensaje- ahora.
Salí sin despedirme, él me esperaba en el auto.
-Vamos  a tu casa esta noche. No quiero volver a mía – dijo – me voy a separar.
Fingí creerle, una vez más mientras me llevaba por Palermo.

He visto al Rey y no he reconocido la corona


.
Que boluda que soy.
-No tengo una puta idea de como vamos a hacer.- me dijo Sergio. ¿Dónde vamos a conseguir esa versión a esta hora?
- No tengo la menor idea. Ya pasamos por todas las disquerías y nada. Achaval nos va a poner un tremendo NP- le respondí.
Con Sergio formábamos un buen equipo, además de vivir cerca teníamos maneras de pensar muy parecida. Desde la primera clase en la carrera nos habíamos sentado juntos y no teníamos la intención de separarnos.
El profesor de taller (de periodismo) nos había dado una consigna clara: caminar por avenida Corriente, identificar cada una de las señales del tango (bares, monolitos, placas) y conseguir la versión de la canción Ladrillo del año 1933. Con todos esos datos, elaborar una nota color llamada… “Retazos de tango en Buenos Aires”.
Después de varias horas de búsqueda ya teníamos la mayoría de las cosas solo nos faltaba la canción.
Serían las once de la noche y estaba fresco. Sergio me dijo de tomar un café y fuimos a un bar sobre Corrientes, ese que tiene un cartelito que dice “Chocolate con churros” en la puerta. Me senté sobre la ventana que daba a la calle y mientras tomábamos un cortado tratábamos de pensar como conseguir el bendito tema.
- Mirá quien pasa por ahí.- me dijo Sergio.
Miré y era nada más y nada menos que Jorge Dorio… la sinapsis neuronal hizo su labor y en ese momento recordé donde podíamos escuchar ese tema.
- A Fm tango tenemos que ir, Sergio-. le dije.
Pagamos el cortadito y nos fuimos al Centro Cultural General San Martín, donde funciona Fm Tango y Radio del Plata. Cuando llegamos le explicamos al chico de seguridad lo que necesitábamos. De buena voluntad (o viendo nuestras caras de desesperados) nos dejo pasar y fuimos a ver al operador. No estaba solo.
Cuando llegamos nos miró asombrado esperando vaya a saber que cosa de nosotros. Era un pibe joven y estaba acompañado de un hombre de unos cincuenta y pico. Ambos se quedaron en silencio unos segundos hasta que nosotros hablamos.
-Necesitamos escuchar el tema Ladrillo-dije y mientras yo hablaba el hombre se retiro dándole un beso en la mejilla al operador-  una versión del año 33. Mucho más no puedo decirte.
- Se de que tema hablás-. me respondió- pero acá no está, tendrías que ir al archivo.
Y hacía allí marchamos con Sergio.
Las casualidades (o causalidades) existen, pensé, al ver al hombre otra vez, algo en su cara me resultaba familiar. Campera de jean azul, un pañuelo en el cuello, una gorra o boina negra (o algo así) en la cabeza, que por lo que parecía era calva.
- ¿Me están persiguiendo?- nos preguntó.
No- dijimos y nos sonreímos.
- Venimos por el tango Ladrillo, una versión del año 1933, ¿será que podemos escucharla? -preguntó Sergio.
De muy buena voluntad el encargado del archivo nos buscó e hizo escuchar la versión, tomamos apuntes sobre el tema, escuchamos lo que él y el otro hombre nos contaron y empezamos a irnos.
- No molestamos más- dije.- gracias.
- No gracias a ustedes-. nos respondió el hombre con una voz que también me resultaba familiar.
Cuando estábamos bajando el ascensor Sergio, me agarró del brazo fuerte, me miró y ahí caí en la cuenta de con quien habíamos estado.
Su majestad frente a mis ojos y no me di cuenta… ¿será por eso que se habrá quedado ahí?
Volvimos en auto a casa, repitiéndonos sin cesar está historia, más digna de publicar que las vicisitudes del tango en Buenos Aires.
Esa noche dedique una cerveza y una seca en su honor…
“Te ves en el pequeño espejo del mundo de hoy
y no querés que la lima del tiempo lo muerda otra vez”
Que boluda soy…
redondos

La secta y el sacrificio


Bella como solía aparecer  en esas noches la más pequeña de las hijas de Alejandro, al que todos llamaban el maestro, se acercó al centro del salón. Había llegado el momento justo. La divinidad aparecería esa noche y darían prueba de su devoción entregándoles a la joven.
El maestro no iba a estar presente, esta vez no sería capaz de presenciar el sacrificio, había entregado ya, a tres de sus hija pero con la menor su parte humana iba ejercer influencias y no sabía si podría dejarla morir.
Los inquisidores, como solía llamarlos en mis pensamientos,  la untaron con unas cremas aromáticas, y le pusieron una túnica celeste que la hacía más que angelical. Llenaron su cabello de aceite de coco. Y empezaron luego a entonar  cánticos medievales.
Me sentía en una mezcla de ritos. No sabía si estaba en la edad media. O estaba metido en un programa bizarro del estilo de Documentos América.
Lo cierto es que quería  una nota inédita y me fui adentrando en este mundo de las sectas y de allí me ha costado mucho salir. He experimentado sacrificios rituales de animales pequeños  que me produjeron  mucho asco: gallinas, gatos, hamsters, pero  esa noche debería presenciar la muerte de una persona, recuerdo que sentí nauseas todo el día, yo sería incapaz de permitir que maten a esa chica.
Mientras las luces se apagaban y la música sonaba más fuerte, los integrantes de esta secta comenzaron a aplaudir, lo hacían en clave de mambo… en tres dos, para que me entiendan. (tatata- tata )
Y Bella que ya estaba ubicada en el centro del salón, miró para el cielo. No tenía miedo. Había nacido sabiendo que sería sacrificada. ¿Cuántas vidas se abran cargado estos enfermitos? Me pregunté más de una vez.
El segundo del grupo, llamémoslo el ayudante, le acarició el pelo. Comenzó a hacerle girar la cabeza de derecha a izquierda y mientras tanto metía sus dedos en la melena oscura. Ella obedecía los estímulos de él. Y giraba o se movía como le solicitaba.
La vibración del aplauso que no cesaba, la música cada vez más fuerte y el baile de Bella generaban una energía que aún no puedo explicar.
Cuatro mujeres mayores se  acercaron, la pequeña dejó de bailar y levantó los brazos, entre ellas le sacaron la túnica y la dejaron completamente desnuda. Tendría catorce años, un cuerpo exuberantemente sexual. Jamás la había notado así. No tenía pelos, había sido preparada para la ocasión.  Otro cliché más, estos van a sacrificar a una virgen.
Colocaron sobre la mesa a la chica, desnuda, mirando el techo pintado como una burda copia de las capillas del renacimiento. Se acercaron al que hoy oficiaba de líder y también le quitaron la túnica. Pude observar para mi asombro que también estaba desnudo y depilado. Estaba erecto, supongo que excitado por la belleza de la chica. Como voy a decir supongo, seguro que era por eso, si yo, a una distancia de varios metros y mirando la escena con bronca y miedo me sentí excitado también.
También se colocó en la mesa y comenzó a juguetear en el cuerpo de ella que pareciera no tener miedo. Yo si lo tenía, recuerdo que mire mi reloj, la hora estaba llegando, como lo tenía planeado me fui despegando del grupo y me acerqué  a la ventana más grande del salón, todos estaban entrando en estado ritual, nadie prestaba atención a mis actos. Destrabe las ventanas como habíamos quedado. Y me alejé. Aun no había violado a la niña, parecía excitarse más y más cuando jugaba con ella.
De repente sentí un estruendo, gritos y movimiento. La policía entró  armada, algunos vidrios volaron por el golpe, la gente intentó correr, el encargado del ritual fue detenido y se llevaron a la niña tapada con una manta.
La secta se desbarató, muchos fueron detenidos,  yo fui testigo y  mi nota salió publicada. Sin embargo por las noches, mientras duermo,  vuelvo a sentir las palmas, la música ritual y la imagen de la niña en mi retina. Dicen que es porque la divinidad se había presentado. No lo sé, no pude distinguirla. Quizás alguna vez pueda olvidarme de todo. Por lo pronto de vez en cuando y sin entender el por qué sacrifico a un pequeño animal. Y palmeo en clave de mambo cuando tengo la imagen de Bella en mi memoria.

foto: Rita Saardi