domingo, 4 de diciembre de 2011

Esa Chica


Esta chica, un día estaba empapada, le caía agua del techo y sin embargo, me miró y me dijo te amo, nunca sentí nada igual. Como iba a dejar escapar a alguien así, alguien tan especial, capaz de estar en la peor crisis, mirarte a los ojos y dar tanto amor.
No eran estas las palabras que Juan iba a decir en la boda de su hijo. Las que había planeado eran totalmente distintas, en ellas les deseaba lo mejor, que sean muy felices y que pronto formen una familia. Se había castigado desde el día que conoció  a Clara, desde el día en que se dio cuenta que estaba enamorado de ella, desde el día que supo que ella también se enamoró de él,  algo que le resultaba imposible de creer.
-Juan se me cayó el techó.
-Mi hijo no está.
-Estoy desesperada, me entra agua por todos lados.
-Dame unos minutos que voy yo.
Era un hombre grande, pero aun era un hombre joven y llevarle 20 años no le parecía una locura. La locura era que esa mujer era Clara y que él hasta ese día era un tipo feliz.  Llevaba exactamente 25 años de casado. Y Clara era una buena chica para su hijo.
Los invitados comenzaron a bajar las copas de lo que debió haber sido el brindis del padre del novio, la música dejo de sonar y un murmullo invadió el salón. Dos lágrimas gruesas salieron de los ojos de Juan cuando bajó la suya. En segundos que no pudo contar se levantó de la mesa en la que su esposa miraba desconcertada, y se acercó a la mesa de la novia, Clara le extendió su mano y un vendaval de brazos sostuvo al novio que quería caerle a golpes a quien le robaba a su mujer.
Clara no habló, como rescatada de un secuestro tomó la mano del hombre que realmente amaba y empezó a caminar con él. Los teléfonos grababan la escena, su madre lloraba y su padre era detenido para no matar al viejo que se llevaba a su hija.
-Se te tapó el desagüe. Ya no va entrarte más agua. Podés quedarte tranquila.
-Gracias.
-Cambiate te vas a enfermar.
Salieron del salón, era una noche rara, demasiado cálida para ser julio. Ella no llevaba dinero, ni siquiera un abrigo, él lo poco que podía tener en su billetera. Caminaron apurados por la avenida pensando adonde ir a parar esa noche. La gente los miraba cómplices, creo que por las caras intuían que esta pareja no era normal.
Caminaron un buen rato sin decir palabras, Juan se encontraba abatido y Clara recordaba las veces en que había fantaseado con ser secuestrada el día de su boda.
-¿Qué pasa? ¿Por qué me mirás así?
-Te amo.
-¿Adónde vamos a ir?
-No tengo idea, no tengo idea de nada.
Clara pequeña como era tomó el manejo de la situación.
-Tenemos que desaparecer unos días, vamos a mi casa necesitamos ropa y dinero. ¿Vos tenés tus documentos?- Juan asintió con la cabeza- Vamos a Rosario, tengo una amiga allí. Ella nos va a dar una mano.
Tomaron un remis en una agencia. La empleada le toco la cola del vestido y pidió tres deseos. Hacen una linda pareja- pensó mientras salían. En menos de una hora ella estaba cambiada, había armado un pequeño bolso y salían de allí. El se fue con lo puesto. En Rosario comprarían algo de vestir.  Tomaron el tren hasta Retiro. Y de ahí, el pasaje a una nueva vida aunque sea de algunos días.
-Estás loca Clara.
-Si, por vos. Y no me quiero casar.
-Estás loca Clara.
-Yo también se lo que sentís.
En el micro ella durmió sobre su hombro. Él le acariciaba la cabeza y trataba de pensar en lo que había ocurrido. Llegarían a Rosario de día y pararían en algún hotel la primera noche.
Las cosas son más fáciles en los lugares en los que sos desconocido. Al bajar del micro, tomaron el primer taxi y pidieron al chofer que los acerque a algún hotel no muy caro. Llegaron a una posada de piedras blancas, cerca de la plaza, se asentaron como Juan Aquino y su señora.
-Clara, hagamos como que esta conversación no existió.
-Te amo
-¿Y qué querés que haga?
-Que lo sepas Juan.
Los espero una habitación luminosa, de ventanas amplias. Juan se sentía un chico en su noche de bodas, Clara se sintió virgen otra vez.
-Chiquita, es una locura.
-Si. Lo se. Y me doy cuenta de lo que sentís.
-Si. Pero hay cosas que son imposibles y esta es una de ellas.
-Te amo, le dijo ella antes de desnudarse.
- Chiquita, es una locura.
- Si lo se, pero ya estamos en el baile Juan, así que bailemos- dijo clara y empezó a desvestir a su suegro.

1 comentario:

Justiciero dijo...

si, si, 20 años no es nada...


foto: Rita Saardi